Limitaciones del uso turístico de las viviendas

Limitaciones del uso turístico de las viviendas

Desde hace un tiempo, hay una tendencia creciente a establecer limitaciones a la libertad de los propietarios para destinar sus viviendas a uso turístico sin que exista un control adecuado. Este tema ha generado un gran debate debido a los perjuicios que esta actividad puede ocasionar en múltiples áreas.

Por un lado, los efectos en el mercado del alquiler residencial son evidentes. Muchos propietarios han optado por explotar sus viviendas como alquiler turístico, una práctica que genera ganancias rápidas pero que reduce drásticamente la oferta de alquiler tradicional. Esto contribuye al encarecimiento de los precios y dificulta el acceso a la vivienda para muchas familias.

Además, la rotación constante de inquilinos temporales en viviendas destinadas a uso turístico puede ser una fuente de conflictos en las comunidades de propietarios. Los ruidos, el uso intensivo de los elementos comunes y la falta de cumplimiento de las normas de convivencia son algunos de los problemas más frecuentes. Estos efectos han llevado a gobiernos y comunidades a buscar soluciones regulatorias que permitan limitar esta actividad.

La cuestión de los alquileres turísticos no solo afecta a los residentes locales, sino también al entorno económico y social en general. En muchas ciudades con alta densidad turística, esta práctica está modificando radicalmente la estructura de barrios enteros. Por ejemplo, en Barcelona, el auge de los alquileres turísticos ha expulsado a miles de residentes hacia áreas periféricas debido al aumento de los precios y la proliferación de propiedades dedicadas exclusivamente a esta actividad.

En otros destinos populares, como Málaga o Valencia, la convivencia también se ve afectada por la gran cantidad de viviendas turísticas en barrios residenciales. Los residentes denuncian un deterioro de la calidad de vida, provocado por el aumento del ruido y la disminución de la oferta de servicios básicos adaptados a los residentes locales. Esto evidencia la necesidad de medidas específicas que regulen y limiten este fenómeno.

El impacto económico y social

El crecimiento del alquiler turístico también tiene repercusiones importantes en sectores como el hostelero. Muchas personas optan por alojarse en viviendas turísticas en lugar de hoteles, lo que reduce los ingresos de este sector. Esta competencia, muchas veces desleal debido a la falta de regulación homogénea, está obligando a muchos hoteles a bajar precios o incluso cerrar.

Desde el punto de vista social, las comunidades de propietarios han sido uno de los sectores más afectados. Los constantes cambios de inquilinos y el uso intensivo de los espacios compartidos incrementan los gastos comunes y generan tensiones entre vecinos. Las comunidades que antes disfrutaban de una convivencia tranquila ahora deben lidiar con molestias constantes derivadas de esta rotación de huéspedes, que en muchos casos no respetan las normas internas de las fincas.

Otro aspecto crítico es el efecto en los servicios públicos y la infraestructura local. El aumento de visitantes temporales incrementa la presión sobre servicios como la recogida de basuras, el transporte público y el suministro de agua y electricidad. En algunas localidades costeras, este fenómeno ha provocado tensiones entre los residentes y los turistas, especialmente durante la temporada alta.

En términos de convivencia, un factor importante es el desconocimiento de las normas por parte de los visitantes. Muchas veces, los turistas no están familiarizados con las reglas específicas de una comunidad, lo que genera conflictos con los residentes habituales. Esta situación puede derivar en disputas legales, incrementando el coste emocional y económico para las comunidades.

Adicionalmente, el sector turístico tradicional, como hoteles y alojamientos rurales, enfrenta mayores desafíos al competir contra propiedades que no siempre cumplen con las mismas exigencias legales. Esto genera una desigualdad en las condiciones de mercado, perjudicando a quienes operan dentro de la legalidad y cumplen con normativas estrictas.

Legalidad prohibición estatutaria

El marco legal ha evolucionado para abordar estas problemáticas. Una de las herramientas clave es el Real Decreto-ley 7/2019, de 1 de marzo, que modificó el artículo 17.12 de la Ley de Propiedad Horizontal (LPH). Esta reforma ha permitido a las comunidades de propietarios adoptar acuerdos para limitar o condicionar el uso turístico de las viviendas.

La normativa especifica que estos acuerdos no requieren unanimidad, sino el voto favorable de las tres quintas partes de los propietarios. Este cambio ha sido fundamental para facilitar la implementación de medidas que beneficien a las comunidades afectadas por el alquiler turístico.

En términos de jurisprudencia, el Tribunal Supremo ha jugado un papel fundamental para interpretar esta normativa. En sentencias recientes, el alto tribunal ha confirmado que las comunidades de propietarios tienen la capacidad legal de incluir en sus estatutos prohibiciones explícitas sobre el uso turístico de las viviendas. Esta posibilidad está diseñada para proteger la convivencia y garantizar que las comunidades puedan tomar decisiones colectivas que reflejen los intereses de la mayoría.

Prohibición por acuerdo comunidad

El Tribunal Supremo ha avalado la posibilidad de que las comunidades de propietarios prohíban el uso turístico de las viviendas mediante acuerdos adoptados por mayoría. Esto ha sido objeto de varias sentencias, incluyendo la más reciente de octubre de 2024, donde se aclararon los términos «limitar», «condicionar» y «prohibir».

El alto tribunal estableció que, en este contexto, limitar o condicionar no excluye la posibilidad de prohibir, sino que forma parte del mismo ámbito de actuación. Este criterio ha zanjado el debate jurídico, proporcionando mayor seguridad a las comunidades de propietarios.

Prohibición, sinónimo de limitación y condicionamiento

La jurisprudencia reciente confirma que los términos «prohibición», «limitación» y «condicionamiento» pueden interpretarse como equivalentes en el marco de la Ley de Propiedad Horizontal. Esto ha permitido a las comunidades adoptar medidas más contundentes para proteger la convivencia y evitar conflictos derivados del uso turístico de las viviendas.

Además, el Tribunal Supremo destacó que estas medidas son compatibles con el derecho constitucional de propiedad, siempre que se adopten siguiendo los procedimientos establecidos por la ley. Esto refuerza la validez de las decisiones tomadas por las comunidades en este ámbito.

Otro ejemplo claro de este enfoque se encuentra en el artículo 17.12 de la Ley de Propiedad Horizontal, que especifica las condiciones legales para que las comunidades puedan adoptar este tipo de medidas.

Votos exigidos

Como se menciona anteriormente, la Ley de Propiedad Horizontal exige una mayoría cualificada de tres quintas partes para aprobar acuerdos que limiten o prohíban el uso turístico de las viviendas. Esto garantiza que las decisiones reflejen el interés de la mayoría de los propietarios y evitan que un solo propietario pueda bloquear medidas necesarias.

Esta mayoría cualificada también busca un equilibrio entre el derecho individual de los propietarios y los intereses colectivos de la comunidad. Es una herramienta clave para evitar abusos y asegurar que las medidas adoptadas sean proporcionadas y razonables.

¿Qué depara el futuro?

El futuro del alquiler turístico depende en gran medida de cómo se implementen las normativas en las distintas comunidades autónomas y de cómo se adapten los propietarios a los cambios legales. La tendencia apunta hacia una mayor regulación, con requisitos más estrictos para los propietarios y sanciones más duras para quienes incumplan las normativas.

Asimismo, es probable que las comunidades de propietarios sigan desempeñando un papel clave en este ámbito. A medida que se refuercen sus derechos para regular el uso de los inmuebles, se espera que más comunidades adopten medidas para protegerse del impacto negativo del alquiler turístico.

En definitiva, el equilibrio entre los derechos de los propietarios y las necesidades del mercado y la convivencia será fundamental para garantizar un desarrollo sostenible de esta actividad en el futuro.

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